Jun 10, 2009

DEL TINGO AL TANGO ULTIMA PARTE

Mi marido y yo comenzamos a mostrar síntomas de cansancio (cómo han pasado los años). Hemos caminado muchísimo, visto y conocido casi todo Buenos Aires, a pie, en autobús y en metro aunque nos roben. Nos comentaron dos cosas que no debe uno dejar de hacer y es ir al Delta Tigre y un día en el campo a un "asado". Fuimos al Delta en un trenecito viejito, llega uno al pueblito y de ahí compra uno su boleto, ya sea en catamarán o bote para ir por los canalitos del delta. Nosotros escogimos el bote porque este te permite bajar en cualquier islote y el otro solo te lleva a mirar. Llegamos a un punto que se llama Tres Bocas, un islote grandecito con la particularidad de que tiene una buena área de bosque y cual Indiana Jones nos adentramos. Al principio vimos gentes, lindas casitas de campo, con jardines floreando y perros y gatos. Ya más adentro ni un alma, solo mi marido y yo. De repente nos sale un perro negro, yo me asusto y el esposo creo que también, pero no nos ladra, se nos queda mirando y comienza a andar por delante nuestro. Nos acomodamos a su paso con un poco de temor, detrás de él va mi marido. Yo voy atrás de los dos y mirando más para abajo que para arriba, temía que hubiera culebras o serpientes y cuidandome de las telarañas. De repente no veíamos al perro y al poco rato ya estaba de regreso a nuestro lado.
Como somos muy positivos consideramos que el perro negro quería ser nuestro guía e ir espantando cualquier bicho que quisiera atacarnos. Bueno nos convenía pensar así ya que estábamos lejos de la civilización. De repente en una islita vecina ladran otros perros y nuestro guía se avienta al canal y se va a echar pleito a los vecinos. Nos abandonó y nosotros seguimos siempre adelante. No pasaba mucho tiempo cuando aparece otro perro, negro también pero más grande. Ay Dios. Me dice el esposo, no temas, ya vimos que son enviados por alguien para que nos allanen el camino. Confiamos en él perro que iba y venía a nuestro lado. No bien llegábamos a la civilización nuevamente, después de bordear todo el islote, cuando el perro desapareció. Ya no lo volvimos a ver. Interiormente le dí las gracias porque no hubo ningún otro animal que nos saliera en el camino, solo nos acompañaron los diversos pájaros con sus trinos.
Hicimos una pausa, comimos nuestro lunch y se nos une otro perro, blanco y de ojos azules. No, no crean que era un perro de dos patas, no, era uno de cuatro patas y si no vean las fotos.
Para terminar les cuento que yo encontré sólo tres cositas feas, como mujer uno nunca queda satisfecha dice mi esposo. Primero, tienen problemas de limpieza de calles, están sucias. Segundo, crece el número de mascotas (perros) y hay mucha suciedad sobre todo en los barrios "bien" donde la gente se puede dar el lujo de tener un perro, con un chico que lo lleva a hacer sus necesidades y como esto se está convirtiendo en un empleo más (oficio: cuidaperros) y el tercero es que hay contaminación ambiental, se nota la nube gris subiendo más. Ah, y la carne no en todos lados es sabrosa ni suave, ojo con esto.
Hacemos nuestras maletas, tomamos un taxi al aeropuerto que sale más barato que el "aircoach" y abandonamos la bella Buenos Aires, que como su nombre lo dice, son buenos sus aires.

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